2 de marzo de 2009

Democracia de mínimos (I)

    Ayer domingo vivimos un episodio más en esta democracia de mínimos en la que vivimos, y esta vez era uno de cierta importancia: elecciones en Galicia y Euskadi.
    Nos han mostrado, han dejado patente a dos de los grandes problemas que aún hoy acucian a la democracia. El primero, y más grave, el tratamiento que los políticos le dan. A los políticos que padecemos se les llena la boca con su nombre, y no paran de colgarse medallas en su nombre. Pero por detrás se la están cargando. Ayer todo eran parabienes, ¡un triunfo!. Ya hoy se empezaran a escuchar las primeras rajadas.
     A la democracia hay que cuidarla y hacerle mucho caso. Es un delicado rosal al que hay que prestar atenciones constantes. No solamente plantarlo y esperar que la naturaleza sola lo mantenga vivo. Los políticos no la cuidan mucho, hablan mucho de ella sí, pero tras sus palabras hay muy poca labor de cuidado.
     La democracia no es es un trasto muerto y embalsamado. Pero así la tratan los políticos, como si fuera un venerable artefacto mitológico al que hay que reverenciar con fe y temor fanático. La palabra democracia en los políticos es como la palabra dios en los religiosos. Solo demuestra dogmatismo. Y eso tiene que cambiar. La democracia no necesita fanáticos, solo demócratas.
     La democracia es algo vivo y dinámico, que está enraizada dentro de esta civilización, de esta sociedad que también se mueve mucho. Por eso, sin renunciar a sus grandes principios, tiene que moverse con el mundo y con la sociedad. Sacar de ella lo mejor, que sus beneficios reviertan en la soberanía popular, en el demos. Ya olvidaron algunos que el 'demos' de la palabra democracia es el pueblo. Nosotros somos lo central no los políticos y sus partidos.
     Y en la democracia importa tanto la forma como el espíritu. Tienen que estar las dos para que sea una auténtica democracia. Si falla alguno de ambos ya es una democracia de mínimos. Nadie puede imaginar un motor sin la gasolina que lo haga moverse. y nadie querría un bidón de gasolina si no tiene el motor para que lo lleve a donde quiere. La democracia es eso, la unión del motor y de la gasolina. Ahora le pedimos a los conductores que sean prudentes y responsables.

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