3 de septiembre de 2011

Queremos que nos digan lo que queremos oir

Desde hace mucho tiempo hay un asunto que me viene dando vueltas en la cabeza respecto a cómo los medios de comunicación de masas en nuestro mundo moderno, prensa, radio y televisión, toman claramente partido por una determinada vertiente política, e inclusive llegan a apoyar claramente a una determina ideología y partido político. Ahora, con las elecciones generales tan cerca, este asunto salta a la actualidad de nuevo. La respuesta es que la gente no demanda objetividad, la gente quiere que le den la información ya sesgada o girada en el sentido político que a cada individuo le gusta o se siente identificado. No hace mucho leí un ensayo de dos Profesores de Ciencia Política norteamericanos (*) que dan una posible explicación de este fenómeno desde en el paradigma del 'Comportamiento Político' o 'Behaviorismo'.

La investigación del comportamiento político de los individuos es un paradigma intelectual de gran peso específico en la politología moderna. Actualmente, el campo más importante de estudio es cómo la ciudadanía de las sociedades democráticas se relaciona con el voto: el contexto de los votantes individuales. Y dentro de este asunto, está la subtemática del impacto e influencia en el votante de los medios de comunicación de masas. 
El entorno social ofrece a los individuos toda suerte de información política; a la que nadie escapa, además. Así, el flujo de información procedente del entorno queda más allá del control individual de los ciudadanos. ¿De qué manera manejan y aceptan la información los individuos? Los ciudadanos, en general, nos dejamos influir por nuestras preferencias políticas. La gente selecciona fuentes de información sobre la base de sus propias preferencias, con lo que quiere, o le resulta más útil y provechoso, obtener información sesgada proveniente de la vertiente política que profesa o con la que se sienta más cómodo, o la que entiende que es mejor, etc. Ahora bien, ¿qué ocurre con el ciudadano independiente, el que no opta por vertiente alguna, el que quiere información objetiva que le ofrezca conocimiento acerca de la política? Esta minoría, cada vez más minoritaria, se "complica" la vida buscando mucha información para contrastar. Y ¿qué ocurre con los ciudadanos que todavía carecen de preferencias para alcanzar un criterio de selección? Cada individuo quiere elegir las fuentes de información que coincidan con su preferencia política pero ¿cómo podrá elegir lo que prefiere si no tiene una información adecuada sobre las posibles preferencias que existen para poder, luego, elegirlas? Ahí está el auténtico campo de batalla entre los medios para atraer a todos aquellos que comienzan a tener una idea de lo que es la política.
En la amplísima oferta de medios de comunicación existen, en relación con lo que nos ocupa, dos grandes variantes: la prensa partidista (está a favor de unos), cada vez mayoritaria y la prensa adversa (es crítica con todos) cada vez minoritaria, por supuesto sin entrar a valorar la profesionalidad de los medios, que damos por supuesta. La primera ofrece un sesgo o, dicho de otro modo, un compromiso particular hacia una determinada vertiente política. La segunda adopta una posición adversa y crítica frente a todas las posibles vertientes de la lucha política. Cuando un individuo se enfrenta a una decisión política, el voto, y busca información para poder decidirse intenta que esa información le ayude a decidirse pero no dificultándole, sino facilitándole de su decisión (reduciendo los costes es el concepto técnico y teórico). Por eso un medio de comunicación sesgado hacia la vertiente que defiende sus preferencias personales siempre será más útil y relevante para el individuo que va a decidir, que otro que tenga una posición adversa. Además un ciudadano típico tiene un límite en la cantidad de información que puede utilizar en sus juicios políticos, con lo que un medio de comunicación excesivamente crítico que multiplique el número de temas políticos tratados o bien los llene de contenidos prolijos y técnicos, tampoco será visto por el individuo como útil, y no lo usará para ayudarse en su decisión.
Los medios de comunicación conocen este modus operandi del comportamiento de la gente, por eso las líneas editoriales son tan claras y tan sesgadas, tan comprometidas con uno y otro bando, para que el gran público que quiere las cosas bien mascadas y sin complicaciones, sepa quién juega a favor de quién, y busque la información donde sabe que le van a contar las cosas que quiere oír.


(*)Edward G. Carmines. Universidad de Indiana & Robert Huckfeldt. Universidad de California, Davis
Nuevo Manual de Ciencia Política. Editorial ISTMO. Madrid 2001