87.
Es bueno que siga habiendo gente piadosa
que no quiera ver ni entender que la violencia forma parte del ser humano.
Es digno
de loa que sigan escandalizándose frente a lo inaudito de la violencia.
Todos y
cada una de las personas normales y corrientes pensamos que no seríamos capaces
de hacer lo que hizo esa otra persona normal y corriente.
Hasta que dejó serlo –normal
y corriente digo. O es que eso de normal y corriente no existe, nos pongamos
como nos pongamos.
La violencia late en el mismísimo interior de eso que
llamamos personas normales y corrientes.
Nos cuesta unir A con B. No se atreven
muchos, les asusta miran más allá de lo evidente.
Las personas que se retuercen
en la violencia no llegaron de Marte, ni saltaron de las páginas de un
Bestiario medieval.
Somos nosotros mismos, pero esforzándonos notablemente por
un espíritu –una conciencia, o una psique- bonancible.
No dejar que la violencia se desate requiere esfuerzo -ético y emocional.
Es bueno –digo y repito-
que siga existiendo personas así, horrorizadas por el horror.
Lo que no comparto es que les
parezca que es un fallo estrepitoso de la sociedad.
Eso es hacer dejadez de la propia conciencia, de la propia autonomía, del propio esfuerzo, del trabajo -emocional y ético- que hay que hacer con uno mismo. Poner en manos del conjunto nuestro ser y nuestra conducta sí que es un fallo estrepitoso.
Al final, nada será imputable a uno mismo. Todo será culpa y responsabilidad de la sociedad. Y podremos deshacernos de nuestros fallos estrepitosos colgándolos a eso que llamamos sociedad.
Ese día no habrá modo de parar la violencia.