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14 de abril de 2016

La rueda del odio

Y la rueda echa andar. Un ataque y su respuesta. Una afrenta y su respuesta. Un muerto y su respuesta. El odio y el odio es su respuesta. Ataques y contraataques. La rueda gira y gira y la inercia es cada vez mayor. Y ya no hay quien pare el odio. Porque para parar ese odio tienes que terminar renunciando a lo que eres. Porque el odio se mete tan dentro que termina inoculando tus principios, tus costumbres, lo que entiendes por razón, verdad y justicia. Para parar el odio tienes que voltear todo tu mundo. Y no quedan dragones bajo los cielos capaces de lleva a cabo semejante tarea.

Maestro Mirssa de Boggelund.

1 de julio de 2014

La coincidencia de los contrarios

Nuestra existencia toda, está inmersa en la convivencia de los opuestos. Lo beneficioso junto a lo inservible, lo bueno junto a lo malo, lo provechoso junto a lo dañino, se entremezclan en casi todo lo que nos rodea.
Mira si no a la costumbre, que forja nuestro carácter pero también doma nuestros impulsos. La costumbre -el hábito esforzado y la constancia pertinaz- es el mejor de nuestros entrenadores, nos hace fuertes y capaces de adaptarnos a casi todo. Pero, la costumbre -la repetición de lo indistinto, de lo indiferente, lo de siempre- es también la domadora que nos amaestra y nos quita el impulso felino que muchas veces necesitamos para seguir adelante.

Maestro Mirssa de Boggelund

14 de abril de 2014

El mito.

Ha pasado tanto tiempo, tanto, que lo ocurrido se convirtió en mito; tanto, que el mito pasó a ser leyenda; tanto, que incluso se convirtió en cuento, de esos que las abuelas usan en la noche para asustar a los pequeños con el fin de que obedezcan.
Tanto tiempo pasó que sólo quedan rumores, sólo quedan viejos miedos inconscientes en los oscuros corazones de los hombres. Repudiados por la razón y el entendimiento más estricto y severo.
Todo ese tiempo ha pasado; tanto, que ya nadie da crédito a lo que aconteció. Imaginaciones infantiles, lo llaman, elucubraciones de los locos, extravagancias de los poseídos. 
El mayor de los descréditos cae sobre aquellos que tratan siquiera de nombrar los acontecimientos y sus ejecutores.
Todo lo que quedó es una estatua, luego convertida en fuente. Y nadie preguntó porqué nunca perdía el brillo ni el lustre, a pesar del paso del tiempo, de aguaceros y ventiscas. Y nadie pensó en serio porqué nunca jamás dejó de dar agua incluso en los peores años de la terrible sequía.
Ancianos que ahora llevan a sus nietos a jugar, ya hacían lo mismo a las faldas de la fuente en su niñez acompañados también por sus abuelos. Y dicen entre ellos: "ya no quedan artistas como los de antaño". Dejaron de hacerse preguntas, se conforman con la versión fácil y tranquilizadora del sentido común racional que niega lo extraño y lo que late oculto en el alma humana. Nadie quiere saber la verdad de lo que ocurrió en aquel lejano entonces. Qué hay detrás de ese miedo, de ese cuento, de esa leyenda, de ese viejo mito.

Mirssa de Boggelund

27 de febrero de 2014

Secretos y misterios

Los secretos tienen respuesta. Los misterios no la tienen. A los secretos podemos buscarles explicaciones, a los misterios no.
Cuando alguien accede a un misterio, y logra comprender lo que hay detrás, éste desaparece, se evapora. Y el que logra resolver el misterio toma posesión de un magnífico secreto cuya comprensión no quiere compartir. El secreto se degrada cada vez que se comparte, pierde su fuerza. Cuando todo el mundo posee esa comprensión el secreto también desparece.
Si alguien consiguiera descifrar los grandes misterios de nuestra existencia, el misterio de los dragones, o el de las estrellas, por ejemplo, se convertirían estos en el mayor de los secretos. Hay quien haría cualquier cosa por conservarlos. Recuerda, la posesión exclusiva de los secretos otorga un poder impresionante.

Maestro Mirssa de Boggelund



El Archipiélago de Boggelund.
Al norte del gran continente, en medio del frío y calmo mar, encontramos un archipiélago volcánico. Un puñado de islas abruptas, pero de gran riqueza, que acoge al pueblo de Bogge.   

23 de febrero de 2014

Ananké, Moira, Fatum o Destino

Hay algo tremendo en el Destino. Y no es que esté escrito, que sea inevitable, que no tenga vuelta atrás. Al contrario, lo tremendo de la moira es que puede modificarse, que podemos cambiar el curso de los acontecimientos. Lo tremendo es que para poder cambiar el curso de los acontecimientos se necesita una gran cantidad de fuerza, de energía, de poder, de voluntad. 
Efectivamente, para cambiar el destino se necesita la violencia, una cantidad ingente de la misma, una descomunal calidad de violencia aun mayor que la que supone el fatum.
El destino no atiende a razones, hace caso omiso al sentido común, no habla el idioma de la lógica más contundente. Pero tampoco atiende a emociones o sentimientos, no habla el lenguaje del alma humana. Hay muy poca humanidad en el destino, casi nada. Rebasa las categorías de lo racional y de lo irracional, es más, el destino es su propia categoría. Y si no tenemos argumentos con los que contrarrestarlos, ni tenemos sentimientos con los que convencerlo, solo tenemos la voluntad de poder, la fanática determinación de destruirlo. Nos queda la violencia.
Y muy pocos saben manejarse en la violencia, muy pocos pueden y quieren hacer de la violencia la esencia de su vida. Muy pocos tiene la voluntad de poder lo suficientemente potente como para hacer frente a la ananké. Muy pocos tiene el alma de un dragón para asumir su destino: acabar con el destino sabiendo que tendrá que dar su vida para ello. Por eso el común de los mortales nos dejamos llevar por el destino, por los acontecimientos, como la hoja que mueve el viento; el instinto de conservación protege nuestra vida frente al destino. Sumisos, sí, pero vivos.

Maestro Mirssa de Boggelund.