13 de marzo de 2009

La ruptura se escenifica abiertamente

Hay situaciones en la realidad que no se ven claras, ya sea que están en una etapa incipiente, o ya sea que estén siendo ocultadas, o también es posible que sean de baja intensidad.  Para que el gran público que somos la ciudadanía se entere de que algo está ocurriendo, es necesario que se represente. Es la teatralidad de la existencia. Por eso algunas veces se llama a la realidad o a la existencia el gran teatro de la vida.
Hoy me refiero a la representación teatral de la política actual de nuestro país. Durante años el enfrentamiento entre los tigres y los leones fuera de los lugares parlamentarios se ha mantenido en un estado latente, casi oculto. Desde hace unos pocos años, los estrategas han decidido que la ciudadanía se entere de este enfrentamiento. Lo que se dice en el Congreso y el Senado no deja de ser un galimatías absurdo que no llega a las conciencias y los pensamientos de los votantes. Necesitaban representar de manera convincente y contundente este enfrentamiento, esta diferenciación entre los unos y los otros. Antes no convenía que el pueblo se percatara de esto, ahora parece que sí les conviene.
Y pensaron ¿de qué manera podemos dejarle claro a la gente que estamos en guerra? ¡Eureka! Llevemos la guerra a sus hogares y a su día a día. Así surge la figura del opinólogo y del tertuliano. Y a sí surgen las mesas de debate con forma de espejo. Fijaros que ahora en las tertulias de todas las teles invitan a tertulianos que apoyan, sin fisuras y en bloque, a los tigres y a los leones, y encima los sientan unos enfrente de otros para que se hinchen a discutir y decirse todo tipo de barbaridades (pero bien dichas que para eso tiene estudios), no mezclados sino formando una imagen especular. Representación teatral de este enfrentamiento no puede haberla más clara.
Hace algunos años sabíamos a que atenernos al leer a un determinado periódico o al escuchar un programa de radio o al ver un determinado programa de televisión. Si fueras seguidor de los tigres o de los leones sabías a quien tenías que leer y a quién escuchar. Sabías perfectamente cuál era tu casa, tu cobijo, reconocías a la perfección el ladrido al que tenías que seguir. Hoy sigue siendo así, claro está, pero con un nuevo giro de tuerca.
Varias razones. La primera debe ser, como siempre, el dinero, tratar de pescar rupias frescas de donde antes no pescaba. El segundo es el compromiso cada vez más fuerte de los partidos políticos con sus medios de comunicación afines. En el fondo de esto hay una explicación muy truculenta, tenebrosa incluso. Como es cierto que la gente cada vez está mas hastiada de la política, cada vez confía menos en la clase política, cada vez la gente se interesa más por otras cosas que por adquirir una cultura política y, por tanto, un espíritu cultivado y crítico respecto a las formas y maneras de gestionar la realidad física y social en la que vive; como es cierto todo esto, repito, necesitan una nueva acción para captar la atención del ciudadano-votante-lector-tele/radio oyente. Esa acción es la gresca. Apelan a uno de los atavismos más profundos de nuestro ser: no hay español al que no le guste una buena bronca. 
La gresca parlamentaria queda muy lejana, casi no se siente como propia. Pero al estar en la tele está ya en nuestra propia casa, en nuestra vida intima. Al dejarnos llevar por ese atávico sentimiento tomamos partido por unos y otros, nos hacemos o tigres o leones de un modo siniestro, por el inconsciente. Y terminamos apoyando casi irremediablemente a un lado de la mesa en contra del otro. Nos enseñan a valorar de sobremanera las virtudes de ser tigre y a odiar profundamente a los leones, o viceversa. Es mentira que sea un debate abierto donde se exponen argumentos, es un muro frente a otro muro. Son incapaces de convencer a los de enfrente de que sus argumentos son más correctos o veraces que los suyos. Incapaces, repito. 
Efectivamente, con los monólogos de antaño se dejó de vender papel, cayeron las audiencias. Con la gresca de ahora todo sube. Con los panegíricos de antaño la ciudadanía terminó por desactivarse. Con la bronca de ahora la sociedad está más polarizada que nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario