3 de mayo de 2009

Las férreas perpetuidades de la existencia

Ninguna de las acciones de nuestra vida es inocua, o neutra, o no tienen consecuencias. Dicho en forma positiva, todos y cada uno de nuestros actos significan algo y tiene algún efecto, y además influyen en los actos venideros. Todos esos actos van depositando un poso en nuestra alma, el llamado atman por los hindúes. Un acto tras otro, poco a poco, los actos buenos y los malos, lo que hicimos de forma consciente y los que no, todos y cada uno de ellos (gota a gota es como la incansable naturaleza va dando forma a las estalagmitas en la oscuridad de la cueva, nadie lo ve pero ahí va creciendo). Este poso que va recubriendo nuestra alma es el karma. La vida del hombre, por tanto, se ve afectada por este poso, por esta cubierta depositada lentamente pero sin pausa durante toda su existencia, pasada y presente, y seguirá también en la futura. Porque tras una vida viene otra, y luego otra, y así hasta el infinito. El alma no emigra sola a su nueva vida, lleva consigo el karma acumulado en la existencia. Ese constante morir y reencarnarse es el samsara. Es como una rueda que gira y gira sin cesar. Nada la frena, porque la rueda existe para girar y girar. Y no solo eso, es la carga pesada que llevamos en la espalda la que de verdad determina la nueva vida que viviremos, el atman no elige, padece lo que el karma dispone. Dependiendo de la calidad de esa carga acumulada, así será nuestra nueva vida: mejor vida cuanto de mejor calidad sea el karma y al contrario. Prisionero del karma, prisionero del samsara, el ser humano es un auténtico despojo cósmico abandonado a su suerte, más bien abandonado a sí mismo: dueño de sí, a la vez que verdugo de sí. ¿Cuán pesada y larga es la eternidad? ¿Cuánto sufrimiento acarrea la vida eterna y la inmortalidad? ¿No habrá una forma de zafarse de ese maldito círculo que nos encadena a nosotros mismo y nuestras miserias? ¿Es éste nuestro destino, es éste el verdadero significado de la existencia, vivir una eternidad de sufrimiento, repitiendo una y otra vez las mismas cosas? Moksha es liberarse de todo esto, moksha no es hacer algo que compense todo esto, moksha no es poner blanco donde antes había negro. Moksha es desvanecerse en silencio, dejar de existir, dejar de circular en círculos, romper la cadena y evaporarse en el cosmos. La ignorancia, la avidya, nos empuja a intentar racionalizar todo esto, a comprenderlo y darle un significado coherente. Al no poder evitar buscar sentido a todo esto, no evitamos tampoco el sufrimiento. Cada explicación perpetúa el karma. Solo el conocimiento de lo verdadero conduce a la liberación dicen en Oriente.

Este es, básicamente, el núcleo de creencias del hinduismo. Sobre esta antiquísima estructura central reflexionarán más tarde el propio hinduismo, a través de las Upanishads; y los dos grandes heterodoxos del hinduismo: Mahavira y Siddharta Gautama ‘el Iluminado’. Pero esa es una historia que contaremos otro día.

Este Universo de férreas perpetuidades choca frontalmente con toda las concepciones que las distintas variantes del cristianismo ha ido implantando en Occidente a lo largo de los siglos. Pero aunque estas ideas nos resultan extrañas, e incluso alucinantes, pueden servir como acicate al pensamiento y a la reflexión profunda de lo que somos y de lo que nos espera, y también como nuestros actos influyen en eso que podemos llegar a ser y en ese lugar donde podríamos llegar a existir algún día. Si fuera cierto eso de que hay cosas ya determinadas por el kosmos y que ya no dependen de nosotros: el sufrimiento y la muerte; también será igualmente cierto que sí existen cosas que nos pertenecen: elegir entre hacer el bien o no, decidir actuar correctamente a pesar de los malos augurios que nos depara la existencia. Eso sí depende nosotros. Sufriremos y padeceremos todo tipo de calamidades para terminar muriendo, sin saber que será luego de nosotros, si nos reencarnaremos, si desapareceremos convertidos en protones o moléculas o si iremos al paraíso celestial, de eso no tenemos ni puñetera idea; pero seguro que la clase de persona que seas y los actos valiosos que realices, el bien que hagas al prójimo cuenta y mucho y depende de lo que tú quieras hacer con tú vida.

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