27 de agosto de 2009

Un hachazo injusto

Seguimos estando en crisis. Pero la crisis económica lejos de amainar, va a provocar en nuestra sociedad una nueva crisis más profunda y problemática, y sobre todo, de un alcance que es toda una incógnita. Comenzará en el momento en que el gobierno ejecute el golpe de gracia contra las clases medias trabajadoras de nuestra sociedad. Y lo hará en forma de subida de impuestos directa y sobre el IRPF de las nóminas que cobramos religiosamente todos los meses, las cuales esperamos como agua de mayo. Esto es, el Gobierno lanzará su zarpa sobre el dinero ganado día a día con nuestro trabajo, con lo que nuestro poder adquisitivo se verá mermado. Y a partir de ahí las cosas se generarán en cascada. Y esto va a cabrear de verdad, a mucha, pero que mucha gente.

Históricamente la clase media trabajadora salió de las clases más populares y desprotegidas de la Transición. Tras años de penurias, y de trabajo, muchos padres consiguieron dar estudios a sus hijos e hijas para que luego fueran remunerados de acuerdo a su nueva formación, y poder vivir cada vez mejor. Les asistía el derecho a medrar dentro de lo razonable y lo sensato, buscando siempre lo mejor para su entorno directo. Han sido décadas de muy pocos regalos y sí de mucho esfuerzo. Ahora esta numerosa porción de la sociedad, en vez de recoger los frutos de su laboriosidad, lo que van a tener es un castigo de la clase política con la que le ha tocado vivir, que desde su alta torre de marfil, solamente puede elucubrar gasto público y subida de impuestos.

Esta gran masa social ha estado durante décadas ocupada en su trabajo y en el disfrute del ocio y el tiempo libre que financiaba directamente de su propio trabajo. Ni ha podido ni ha querido profundizar en los avatares de la política y la economía o en sus otras vertientes afines. Además, ha sido golpeado duramente por los diferentes y contradictorios sistemas educativos que han tratado de formarla con escaso exito, por desgracia. El resultado de esto es que esta masa es una veleta, movida simplemente por el soplo de los acontecimientos: ora giramos la mirada para la derecha, ora la movemos hacia la izquierda. Con esta afrenta directa en su contra, que va dirigida hacia lo más sagrado de su vida, el sueldo que hace posible su cotidianidad, se corre el gran riesgo de un despertar ideológico de consecuencias muy poco predecibles.

Si el que se suponía que era el partido de los obreros, de la clase trabajadora y emprendedora, esos que han sacado adelante nuestra sociedad, el que ejecuta esta flagrante maniobra de despiece, la ciudadanía de la clase media sufrirá en sus vidas y en sus categorías mentales, una brutal transvaloración. Efectivamente, tanto cabreo no puede ser bueno, para nadie. Más aun cuando lo que esperaba esa gran porción de la sociedad era recojer los frutos de décadas de cotización: una administración de justicia efectiva, acceso a una vivienda digna, protección sanitaria y la correcta educación de su descendencia.

Lo que se encuentra está en la antípoda de lo prometido. Una caótica e indigna administración de justicia. Las prohibitivas cuantías que hay que costear para tener una vivienda propia (a lo que añadimos el contubernio bancario y financiero permitido por políticos y gobiernos). La saturación y el empobrecimiento del sistema sanitario, muy pendiente en la sombra de contener los gastos. Y finalmente, con la exclusión de muchos de sus hijos e hijas de los canales habituales de acceso a la educación escolar básica, en pos de otras porciones más menesterosas de la población.

El plenamente justificado mosqueo se va a ir extendiendo por toda la ciudadanía, modificando muchos procesos mentales y de decisión que, repito, pueden tener efectos muy perversos sobre el futuro de la sociedad y de la clase política.

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