7 de octubre de 2009

Enemigos íntimos

Paco y Pepe son enemigos íntimos desde que tienen uso de razón. Cuando coincidían en la calle de pequeños ya se pegaban hasta hacerse saltara algún diente. Si les preguntáramos la razón de este odio tan tremendo no sabrían qué decir. A lo sumo responderían con algún tipo de vaguedad sin lógica.
Pepe recuerda a su padre hablar despectivamente de la chusma que vestida con trajes de pana le ponía la fábrica patas arriba. Paco recuerda los boquetes de sus zapatillas deportivas, y como Pepe y sus amigos, con sus flamantes zapatillas último modelo, les ganaban al fútbol los sábados por las mañanas. Allí comenzaron las primeras peleas, en el patio del colegio de los curas. El equipo de Pepe ganaba siempre al fútbol. El equipo de Paco ganaba siempre a la hora de dar ostias. Como las porterías del colegio de Paco estaban desvencijadas, la pandilla se tenía que ir a jugar a los campos de deportes de los curas, cuyas porterías tenían hasta redes. A Paco aquello de que a nadie se les ocurriera destrozar aquellas instalaciones le tenía mosca.
Fueron pasando los años. Aunque algunas cosas cambiaron otras siguen siendo las mismas.
Paco terminó la carrera de Magisterio y consiguió sacar punta a aquella mala leche con la que atizaba a los ricos en el campo de los curas los sábados. Duró muy poco en las aulas. El progreso le tenía preparada una gratificación a todas sus carencias del pasado. La pana raída dio paso a los trajes de diseño. Sus propios hijos iban ya a colegios de curas con redes en las porterías. Efectivamente, el progreso y el talante lo son todo. Paco es buena muestra de eso.
Al bueno del Señor Don Pepe y sus cuatro apellidos les costó un dineral que al crío le dieran el título de empresariales en una Universidad con nombre de santa. Cuando el Señor Don Pepe se convirtió en el difunto Señor Don Pepe, nuestro Pepe vendió la fábrica de comida para pájaros y se pasó a la especulación inmobiliaria, vendiendo todas las propiedades de su familia desde la época en la que el Cid ganaba batallas sin despeinarse. ¡Qué pelotazo! Efectivamente, la tradición y la patria lo son todo. Pepe es buena muestra de eso.
Resulta que Paco y Pepe han terminado viviendo en el mismo barrio con seguridad privada y un Club de Golf, en una loma cercana, que es divino de la muerte. Sus niñas, Marta que es hija de Pepe y Jeniffer que es hija de Paco, comparten página de Facebook. Ambos son socios del club de fútbol de la ciudad. Si escuchamos atentamente durante alguno de los partidos, oiríamos casi al unísono como se cagan en los muertos del árbitro. Pero a Paco y a Pepe les da vueltas su cabecita. Sus neuronas no se están quietas. Al cabo de un rato están a punto de explotar. Ese odio que se tienen mutuamente no tarda en fluir. ¿Qué sería de Pepe si Paco no lo llamara fascista? ¿Qué sería de Paco si Pepe no lo llamara radical? Paco y Pepe, Pepe y Paco, enemigos íntimos casi desde la cuna.
Últimamente la cosa se ha desmadrao. Ya no se pegan por las esquinas, pero cada vez que se ven se dicen de todo menos bonito. Sea en el club de Golf, a la salida de los partidos de fútbol o cuando coinciden en las reuniones sociales a las que van por culpa de sus respectivas esposas. Lidia que está casada con Paco y Merche que está casada con Pepe. Lidia y Merche se conocieron en la consulta de un cirujano plástico que deja las tetas tiesas como las de una veinteañeras. Desde entonces son íntimas. Paco y Pepe erre que erre. Paco llama a Pepe ratero y ladrón. Pepe llama a Paco mentiroso y derrochador. Paco, cuando se reúne con su camarilla de íntimos les dice que no es perfecto pero que Pepe es mucho peor que él. Pepe, cuando se reúne con sus colegas de pelotazo les dice que no es perfecto pero que Paco es, con mucho, más malo que él. Curiosamente ni la camarilla de íntimos ni los colegas de pelotazo llaman a Paco y a Pepe a la reflexión. Es más, los azuzan en sus actitudes. Paco y Pepe se la tiene jurada a muerte. Ya no recuerda el por qué, sólo que saben que se odian porque creen que el otro representa lo peor del mundo y de la humanidad y que ellos no pertenecen a esa calaña.
Lo que ocurre es que Paco y Pepe no viven sólos ni en su barrio, ni en su ciudad. Alrededor de Paco y Pepe vive una familia y una ciudadanía que se ve afectada por el odio intransigente de uno y de otro. Ese odio, que se transmite, que circula sin que nadie lo pare, está enrareciendo la vida de toda una muchedumbre de personas que esperan que Paco y Pepe desistan en su comportamiento bochornoso, impropio de hombre racionales y de distinguida reputación.

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