16 de noviembre de 2013

De las mentiras en lo cotidiano o cómo no se predica con el ejemplo o de cómo por la boca muere el pez o dime de lo que presumes y te diré de lo que careces...

Reflexiones Patibularias 68


LXVIII


Lo importante de la mitologías es que nos las creamos. Si no es así, no funcionan. Hay que hacer nuestras todas esas mentiras, que estemos convencidos de todas y cada una de ellas, y no quede atisbo de duda. Las mitologías, las de antaño, y las actuales, funcionan por el automatismo mental de la creencia ciega, sin fisuras. Ahora, me vienen a la cabeza un par de ejemplos que encajan en esto que digo. Realmente es un mismo caso pero que tiene algunas variantes. Me centraré en dos de ellas: el santo varón y progre de salón.

Todos conocemos a alguna persona que manifiestan, con orgullo, toda una serie de preocupaciones por la igualdad, y de otras ideas hermanadas a ésta. Le oímos defender con vehemencia la cosa pública y otros sucedáneos. Se jactan, a modo de condecoraciones, de la defensa de estos grandes ideales. Se creen cada punto y coma de lo que dicen. Suele ser gente machacona e intensa en su discurso; van, como se dice coloquialmente, a piñón fijo. Pero si uno escarba un poco en el terreno de la acción, de los actos de su día a día,  en la intimidad de su vida privada, en las elecciones personales sin público, descubrimos una impostura tremenda en muchos de ellos: no hacen nada de lo que predican. Exige a los demás que hagan lo que dice, pero es el primero que no hace lo que dice. Clasistas y elitistas, su actuar diario delata la mitología en la que viven.

Casi lo mismo decimos del otro arquetipo. Todos conocemos a alguna persona que manifiestan, con orgullo, toda una serie de preocupaciones por la rectitud, y de otros valores morales hermanados a este. Le oímos defender con impetuosidad la moralidad y otras guarniciones similares. Se jactan, a modo de medallas, de la defensa de estos grandes valores. Se creen cada punto y coma de lo que dicen. Suele ser gente insistente y enérgica en su discurso; van, igualmente, a piñón fijo, se lo creen a pies juntillas. Pero si uno escarba un poco en el terreno de la acción, de los actos de su día a día, en la intimidad de su vida privada, en las elecciones personales sin público, descubrimos una impostura tremenda en muchos de ellos: no hacen nada de lo que sermonean. Exigen a los demás una firmeza moral que soslayan, para ellos mismos, con excepciones espurias. Hipócritas y falsos, su actuar diario delata la mitología en la que viven.
La mitología sigue presente en nuestras vidas, en muchos casos dándole forma al comportamiento externo y cotidiano, pero que apenas esconde la podredumbre interior

1 comentario:

  1. Cierto, como decía Jesucristo, "por sus hechos les conoceréis, que no por sus palabras". Es la disociación que muchos mantienen, entre lo que dicen y lo que hacen, una forma de esquizofrenia personal, de estar separados de sí mismos. Otro saludo, escribes entradas cortas pero muy significativas. La gente que habla mucho y repite siempre lo mismo, necesitan creerse lo que dicen, pero para eso necesitan que los demás se las crean antes.

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