15 de octubre de 2014

Ardiendo a lo Bonzo.

Reflexiones patibularias 81

LXXXI

BONZO. Una alternativa al estado de indignación generalizada de la ciudadanía.

El estado de enfado e indignación de la ciudadanía, actualmente, es tan grande, está alcanzando tal temperatura, que corre el riesgo de terminar provocando la combustión misma del cuerpo social y que termine inmolado a lo bonzo para nada. Se trata de degradar el justo y necesario estado de indignación en un estado emocional constantemente catártico, que o bien dejará exhausta a la gente, o bien terminará por quemarla. Al final terminarán ganando los de siempre.
Se trata del problema de estar entre la espada y la pared. O el término medio (hexis) de Aristóteles: la virtud está en el justo medio, entre dos extremos, entre dos excesos. También el asunto de que la potencia sin control no sirve de nada. 
El pasotismo es la pared. El no hacer nada, el no sentir ni padecer ante tantos atropellos de los poderosos, de las injusticias de los políticos. La indolencia ante los desahucios. La insensibilidad ante el paro galopante. No conmoverse frente a los niños que no tienen para comer. Pero la espada, en el otro lado, también hace daño. El espada es el otro extremo. Y la espada es tan injusta como la pared.
La ola de indignación se termina convirtiendo en marea, y ésta en tsunami. Pero lo que quisiera advertir es que este oleaje afectará a los propios indignados. Les hará consumirse en sus propias jugos ácidos. Esta potencia de indignación hiperactivada es como el fuego de los estoicos, la ekpyrosis que todo lo consume. Una conflagración que termina desactivando toda acción crítica y de cambio práctico, real y verdadero.
El fuego se azuza, se aviva y se estimula. Se está viendo a diario. En internet y en las tertulias vemos cómo los pirómanos quieren sacar provecho de la indignación popular para sus intereses. Y no sólo éstos advenedizos. Los grandes poderes de siempre están detrás de esto también. Lo vengo diciendo desde hace algún tiempo. Se ha pasado de un estado de cosas en el que todo estaba oculto y negado, a otro en el que todo sale a la luz, a trompicones, sin solución de continuidad. Decía Groucho Marx en aquella cinta del Oeste, ¡más madera!, ¡más madera! No hay ahí un afán de justicia, ni de verdad. Nadie quiere aclarar las cosas, nadie quiere solucionar nada. Hay un afán de manipulación, a través de la indignación para que ésta se convierta en aversión y terminar creando una sociedad adicta al odio.
Se convierte la crítica en estado emocional hiperactivo que necesita constatemente de una nueva dosis. Sabemos cómo funcionan las adicciones. El adicto, o el consumidor habitual y frecuente, cree que su voluntad es la que manda, que tiene el control. Y la voluntad nunca puede con el metabolismo. La farmacocinética es mal contrincante.
La mala gestión política del caso de Ébola, por ejemplo. La corrupción sistemática y prolongada en el tiempo de las tarjetas negras de Bankia.  ¿Y si estos casos no son lo que parecen? ¿Y si ocurren o se destapan para otra cosa? Provocan enfados mayúsculos que se verán acrecentados cuando, no dimita nadie en el caso del Ébola; y los delitos hayan prescrito en el caso de Bankia. Cuando esto pase, y pasará, la gente se encabronará más todavía. 
Y llegará un momento en este estado de indignación que será la indignación misma la que importe, no el asunto, ni el cambio. Y necesitará la sociedad una nueva dosis de indignación. Y saldrá un nuevo caso para que la gente se lo chute. No importará solucionar el problema, la reparación del daño, la verdad o la justicia. Sólo que se jodan los cabrones del PP. Y luego habrá que joder a los cabrones del SOE. Y más adelante, visto lo visto, habrá que joder a los de Podemos. Sí, para entonces esta deflagración será incontrolable.

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