19 de enero de 2016

Arcadia

36.

Los poetas hablan maravillas de ella.
Algunos filósofos la definen con todo lujo de detalles.
Y algunos políticos nos dicen, incluso, que puede ser real y tangible.

¡Arcadia, la bella¡


Todos la añoran. Como si ya hubieran vivido en ella algún tiempo y hubieran sido expulsados por un malvado banquero. 

 !Ay, Arcadia¡

Pero, me pregunto: 
¿Qué haría la gente sin las comodidades que ofrece la capital? ¿Y las autopistas, los aeropuertos y el metro? A nadie le gusta moverse con lentitud e incomodidad. ¿Y el aire acondicionado, la calefacción y el microondas? Hasta hace un rato, a todos nos gustaba comer caliente. ¿Y los cajeros, el Wifi y el 4G? Queremos estar en el cogollo de las cosas, no en la periferia. ¿Y el Twitter, el Facebook y el Whatsapp? Queremos ser el centro del cosmos, cada uno de nosotros.

!Ay, Arcadia, dónde te metes¡

Y algún lumbrera dirá que sí, que nos podemos ir de la capital; viajar hasta Arcadia, y llevarnos todo ese bienestar que la capital nos ofrece. Porque lo queremos todo. Queremos que no nos falte de nada. Que en nuestra vida no falte ni lo prosaico ni la utopía. Somos así de estupendos. ¡Qué vivan los lumbreras!

!Ay, Arcadia¡ !Cuánto te echamos de menos. Cuanto echamos de menos nuestra infancia¡




Thomas Cole
An evening in Arcadia (1843)
Wadsworth Atheneum Museum of Art (EEUU)

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