21 de febrero de 2016

La hipercrítica

46.

Siempre se ha dicho que hay que pensar por uno mismo. No aceptar como bueno y verdadero, sin más, lo que nos dicen. De modo que generemos un pensamiento propio que haga crítica de la realidad que vivimos.


Pero, hay algo ahí que me resulta, cuando menos, curioso. Cuando le hemos hecho caso a Mafalda, y conseguimos empezar a pensar para poder criticar todo lo injusto que nos afecta, resulta que algunos salen para criticar que nuestras críticas no sean como las suyas. Superado el vacío de pensamiento, hay que superar el pensamiento uniforme. Y una de las características de éste es la crítica uniforme. Y una grave degeneración de ésta es la hipercrítica. ¿Qué decir a los que critican que no critiquemos como ellos critican?
No he dejado de criticar lo que tú criticas. Pero no me pidas que critique como tú criticas. No creo que se muy productivo critícarme a mi por no criticar como lo haces tú. Así te vas a desfondar, criticando algo y criticando la forma que tiene otros de criticar lo mismo que tú estas criticando. Ambos criticamos un mismo fondo, pero te empeñas en criticar mis formas. 
Cuando esto ocurre, y es muy frecuente que ocurra, se corre el peligro de dejar de prestar atención a lo importante. Y, además, en vez de tener aliados que compartan -por lo menos- un mismo objetivo, te vas grangeando enemigos entre los que incluso critican lo mismo que tú criticas.
La hipercrítica -por exagerada y ruda, por exclusiva e intolerante, por obstinada e inmovilista- termina siendo la principal aliada del fondo que está criticando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario