67.
En estos últimos días, tras
el 26J, han arreciado toda clase de insultos contra los 7.906.185 votantes
del PP. También, en menor medida, contras los de C's (3.123.769) y los del PSOE
(5.424.709). Les están llamando de todo, y nada bonito. Me voy a centrar
en uno de las ideas más comunes que anda por ahí: la del ‘voto del miedo’.
1. Yo los llamo -nos
llamo- conservadores antropológicos. Es una categoría instintiva, digamos que
"psicoemotiva", antes que política. De algún modo, todos somos
conservadores antropológicos. Unos más que otros, también es cierto. Sobre ésta
-luego- se monta, o no, una estructura más elaborada y compleja de ideas y
supuestos que reconocemos como conservadurismo (el señor de derechas).
2. Aquí se está utilizando el
'miedo' de forma despectiva, e interesada. Como si el miedo fuera algo
que pudiera ser controlado fácilmente y sin problemas de forma voluntaria y consciente. Y uno decide
ponérselo y quitárselo como unas gafas. Y no es tan sencillo, desactivar lo que
estos llaman ‘miedo’. No hay nada fácil en el manejo del miedo.
3. Algunos olvidan que
estamos dotados del instinto de supervivencia, del instinto de huida, y alguno
que otro más, que provoca que tratemos de conservar nuestra existencia, nuestro
ser, en el nivel más básico y elemental. Incluso los más avezados progresistas
poseen estos instintos.
4. Lo que estos interesados
llaman 'miedo' -despectivamente, como si fuera una especie de lacra personal-, yo
lo llamo conservadurismo antropológico. Es la necesidad vital que poseemos de
comodidad, seguridad y confort personal y social. Esta misma necesidad nos hace
que tengamos aversión a todo aquello que sea un peligro para nuestra estabilidad,
en varios niveles (emocional y afectiva, social, laboral, etc.).
4. Cuesta reconocerlo, pero
la campaña electoral del PP ha sido más acertada que la campaña de PODEMOS. Podemos,
durante su génesis, ha estado apelando a un nivel elemental de emociones en su
electorado; toqueteando una serie de teclas que han hecho aflorar todo un universo de indignación que estaba reprimido. Esa masa crítica de enfado,
cabreo, rabia, ira, ha llevado a Podemos a donde está; muy arriba. El PP parece
haber ‘copiado’ ese modus operandi durante la campaña. El PP se ha centrado en
tocar las teclas del conservador antropológico que todos llevamos dentro, con
pingües beneficios.
5. Ante la agresividad visceral
de Podemos mucha gente ha decidido actuar en ‘defensa propia’. La hipercrítica
de Podemos no ha terminado de activar la parte racional (y kantiana) de la
ciudadanía. Ha hiperactivado (en su contra) el instinto de conservación de mucha gente que no
quería perder lo que ha conseguido con esfuerzo, dedicación y sacrificio.
Mientras, Podemos apelaba al imperativo categórico e incondicional de la gente
(que hiciera caso a los muchos casos de corrupción).
6. El conservadurismo antropológico
es instintivo, nos sale de adentro. Pero siendo así, no anula la función
crítica: seguimos viendo lo negativa que es la corrupción; seguimos indignados
con los corruptos. Lo que ocurre es que en situaciones de estrés (las campañas
electorales someten a mucha presión a la ciudadanía), lo instintivo y lo
crítico son dos antagonistas irreconciliables que se ponen a ‘jugar’. Y, lo normal es optar por lo que consideramos más seguro:
gana el instinto. A la gente le jode la corrupción pero más le jodería quedarse
sin lo suyo, lo que ha conseguido, lo que ha ahorrado, etc. Porque entiende como
mucho más temible y peligroso para su integridad, la irreversibilidad de la
pérdida de lo suyo.
7. Es necesario un proceso educativo
y formativo que impida que esta actitud prudente, que cuida de uno mismo, no se
termine convirtiendo en conformismo, en desconfianza ante lo novedoso, en insolidaridad, en injusticia social, en
inmovilismo, en incapacidad para seguir progresando, etc. Hay que educar a la
gente para que cuando lleguen estos momentos de presión sea la razón crítica la
que actúe y no los instintos. Pero está demostrado que como elemento educativo,
el insulto, el menoscabo y la vejación, son poco efectivos. Si alguien de
Podemos quiere convencer del error que cometió el votante del PP al votar al PP, insultándolo hasta la nausea, no
va a conseguir 'reeducarlo'. Terminará votando al PP como salvaguarda de la
propia autoestima. Cuando uno recibe insultos de todos los colores, lo normal,
e instintivo, es defender la propia integridad, la propia estima.
8. Si la lectura que hace
Podemos de estos resultados es apretar más todavía, elevando el nivel de estrés
de la gente (seguir insultándola por todas las redes sociales), la cosa no le
irá nada bien. Con lo listos que son, ¿nadie ha pensado en persuadir, por las buenas, a una buena
parte de los que votaron a los partidos de siempre? No casa, más bien chirría,
que el partido de "la sonrisa de un
país" tenga la agresividad de un garrulo portuario. Si quieren que más
gente les vote, lo que debería de hacer es tranquilizar al conservador antropológico
que llevamos dentro: con las cosas de comer no se juega. Si la ciudadanía ve
peligrar ‘lo que es suyo’, no les apoyará (el sustento, la paga, la pensión, su sueldo, sus propiedades, etc). Aquí es clave la cuestión de la
percepción, de la estimación de la gente. Tienes que persuadir a la ciudadanía
de que tus planes económicos y sociales son creíbles y realistas; y sobre todo tranquilizadores.
9. Si la lectura que hace el
PP de estos resultados es que tiene barra libre para seguir haciendo y
deshaciendo a su antojo, la cosa no le irá nada bien. La carta del conservador
antropológico también tiene un límite de eficacia. Y si no hay regeneración, si
no hay lucha enérgica contra la corrupción, si no hay una ayuda eficaz a los
más necesitados (los desahucios por ejemplo, los millones de parados por
ejemplo) toda esa gente que los votó por ser un valor seguro dejará de hacerlo.
10. Un último apunte
estratégico. Hay aquí un cálculo racional que hay que hacerse sobreponiéndose a
la indignación de los malos perdedores. Con todo esto, después de ganar las
Elecciones, el PP no tiene asegurado el Gobierno. Aunque, me parece, que otros
comicios (los terceros) serían una catástrofe tremenda. Mucha gente se
cabrearía de tal modo que no iría a votar. Y otra gente iría a votar con el botón
del pánico apretado, con lo que el PP sacaría más votos todavía (cosa que C’s y
al PSOE no le interesan nada). Algunos tendrían que darse cuenta de que va a
ser una legislatura corta o muy corta. Esta batalla está perdida. La vida
sigue, no se acaba el 27J. Se trata de estar preparados para la siguiente
batalla, la que vendrá dentro de 2 años, con caras nuevas, con cambios en el
escenario de fondo, con otra Europa, etc.
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