21 de noviembre de 2015

No busques un enemigo donde podrías encontrar un aliado. El fracaso de los indignados.

24.

Comienzo con el planteamiento de una pregunta: ¿Por qué fracasa el despertar de la sociedad frente al status quo, los poderosos de siempre, etc.?

Frente al status quo, digamos que -a bote pronto- caben varias opciones básicas. La primera es el propio status quo, aquellos que pertenecen al mismo, los que lo desarrollan y defienden. Luego, encontramos a los que lo combaten, aquellos que tratan de derribarlo y que deje de existir. Son gentes que batallan hasta la extenuación, incansables al desaliento. Pero existe una tercera categoría intermedia inmensamente más grande que la suma de los dos extremos.

El status quo es una minoría que utiliza la realidad para su propio beneficio. Acumula ingentes cantidades de poder (y dinero, y materias primas, y propiedades, etc.). Además, castiga, maltrata y ataca a una buena parte de la mayoría; manipula de diversas maneras a otra buena parte y ningunea a otros tantos. Desde el siglo XIX un nutrido grupo de movimientos filosóficos, ideológicos, políticos, artísticos y culturales han criticado por todos los frentes posibles al status quo. Depende de quién cuente la película, los resultados varían en una horquilla muy amplia del éxito al fracaso.

Durante mucho tiempo, la resistencia se centraba en combatir contra el status quo mismo, atacando a aquellos que lo defendían y justificaban. Pero, de un tiempo a esta parte, la indignación ha saltado -como si fueran llamas- desde aquellos a la mayoría intermedia. Las razones que han llevado a los indignados a cabrearse con la mayoría daría para un libro bastante voluminoso. Y claro, no tenemos tanto espacio.

Esa mayoría silenciosa es un grupo heterogéneo inmensamente grande que acoge –entre otros- a los que aceptan sin más el status quo y siguen con el día a día, a los que se resignan a vivir en el status quo, a los que darían lo que no tienen por pertenecer al status quo y colaborar con este, a los que no niegan el inmenso poder del mismo comparado con él mismo, a los que les cabrea el status quo pero se siente pequeños e indefensos para responderle, a los que les importa un pepino el status quo y la Alianza Rebelde, a los que no tienen ni puñetera idea de todo esto que estamos hablando, a los quieren oponerse y no pueden, a los que pueden oponerse y no quieren; y así podríamos estar varias horas contando los grupúsculos de personas que componen esa mayoría. ¡Es enorme!

Hacer que un grupo tan grande sea definido por una sola categoría de adjetivos no es que sea, precisamente, una sabia decisión. No todos los que están ahí están resignados. Hay muchas formas de estar ahí, y una de ellas sí que es vivir resignado y entregado al status quo. Para hacer modificaciones significativas en el status quo se necesita -para empezar- coraje y valor (en el plano emocional) e ideas de cambio (en el plano racional). No todo el mundo en esa inmensa mayoría tiene de ambas cosas. Y no todos los que en esa inmensa mayoría tienen lo que hay que tener lo tienen del mismo modo. Hay variaciones tanto en los aspectos emocionales como en los racionales. No a todo el mundo le vale, ni quiere meterle fuego al status quo y que termine ardiendo el resto del mundo, por poner un ejemplo.

El problema llega -según mi pequeño y 'resignado' entender- cuando tratas como culpable al que no es culpable. Esa inmensa mayoría a la que estos encasillan en la resignación, sin rubor, no es culpable de nada. En todo caso habría que hablar de repartir responsabilidades, entre todos los que habitamos este lugar llamado mundo. Y no todos tendríamos la misma cuota. Y desde luego no sería justo endosar la cuota más grande a la mayoría, mientras en el status quo se parten de la risa, y los rebeldes se miran al espejo con soberbia autocomplaciente, sabiendo que cuando mueran irán directos al cielo de los justos, llenos de medallas, como premio a su valor en la trinchera. A lo mejor ese ha sido el engaño supremo del status quo, convencer a los indignados de que el enemigo ha sido siempre la mayoría silenciosa y durmiente, no el status quo. Menuda ironía.

Llamarlos a todos -sin distinción y con brocha gorda-, insolidarios, entregados, sometidos, dominados, conquistados, domados, colaboradores, traicioneros, vendidos, rendidos, dormidos, pasotas, negligentes, anestesiados, pasivos, indecisos, tibios, complacientes, sumisos, mansos, conformistas, abandonados, irresponsables, indiferentes, perdedores, vencidos, dejados, acojonados, acobardados, miedosos, asustados, desentendidos, obedientes, subordinados, humillados, indecentes, es muy mala estrategia. Muchos de ellos se sentirán contrariados e insultados. Los indignados tendrían que encontrar una forma menos agresiva de tratar a la mayoría. Es preferible tener algo en común con ésta, por poco que sea; algo es mejor que nada. Es cierto que no se puede dar la batalla por perdida, pero tampoco hay que estar con el palo atizando a todo el que no hace las cosas como sancionan los gurús de la indignación.

A los indignados se les olvida una cosa muy importante. Que haciendo las cosas solos no han conseguido nada hasta el momento. Que mejor les iría por la vida si actuaran tendiendo puentes y encontrando grupos de la mayoría con los que establecer alianzas. Se ha perdido la retórica que convence, que atrae y seduce. Muchos indignados se comportan como predicadores furibundos, y no hacen otra cosa que ladrar al oído de la mayoría, o darles palos de todos los colores. Quejarse de todos ellos y cargar las tintas en su contra, cuando no insultar al común de los mortales, no produce resultados significativos. Y así no van a ninguna parte, tratando de despertar al dormido a base de golpes. Si a uno le ladran al oído, lo normal es que le duela y se aparte. La 'verdad' se puede expresar sin agresividad, y la 'justicia' se puede defender sin aspavientos, sin superioridades morales ridículas, sin subirse en púlpitos y bombardear al personal con castigos infernales. 

En mi opinión, los indignados harían bien en usar la persuasión amistosa, también la pedagogía, para que sus filas se vean engrosadas por nuevos miembros. Y no atacar a todos esos a los que no han convencido. Algún día pueden ser potenciales aliados. Es lo que les digo: no trates como enemigo al que llegado el momento preciso puede ser tu aliado.

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